HAIKU Nº1

Malditos y geniales,
buscando su paraíso,
murieron solos.

Tres pintores malditos y geniales

Tras la explosión de luz y color de los cuadros de catedrales iluminadas, nenúfares y reflejos en el agua de Monet, o de los paisajes nevados de Sisley y Pissarro y los jardines con flores de Renoir; tres pintores malditos y geniales: Van Gogh, Gauguin y Toulouse Lautrec nos anuncian el fin de siglo con unas obras excepcionales y unas vidas plagadas de sueños rotos, sufrimiento y calamidades.

Fueron artistas libres, independientes, malditos y geniales, que sacrificaron sus vidas en la búsqueda de la verdad a través de un arte que ejercieron apasionadamente hasta su muerte.

Van Gogh, pintará de manera frenética y enloquecida los paisajes encendidos del sur de Francia; trigales, girasoles, lirios y retratos, como único camino a la salvación de su alma atormentada. Entre depresiones e intentos de suicidio expresará su angustia en paisajes llenos de energía. En el año 1890, después de pintar el vuelo de unos pájaros negros sobre un campo de trigo, se quitará la vida de un disparo en el pecho.

Gauguin, tras fracasar en diferentes negocios, romperá con el mundo occidental embarcando rumbo a Tahití en 1891, buscando un paraíso perdido y primitivo donde liberarse y expresar toda su creatividad, tomando como modelos el paisaje y los nativos polinesios. Allí,  por un periodo de diez años pintará alguna de las obras simbolistas más bellas de la historia del arte. La pobreza, la enfermedad y el alcohol le acecharán toda su vida. Viajará a las islas Marquesas persiguiendo el sueño de una vida más autentica y menos corrompida y morirá en 1903 tras largas enfermedades, depresiones y alcoholismo.

Toulouse Lautrec, aristócrata francés, deforme y genial, pinta el mundo de los burdeles parisinos, el circo y la vida nocturna de la época. Dibujante sutil, alcohólico y excéntrico representará como nadie el Paris de los cabarets y las prostitutas entre la luz de las velas y las botellas de absenta. Morirá en 1901, a los 37 años, envejecido y roto por el alcohol en su castillo de Malromé, un año después de la publicación de la interpretación de los sueños de Freud.

Los tres genios, locos y enfermos despedirán el siglo XIX con una expresividad pictórica excepcional. Sus obras maestras, llenas de magia y simbolismo, nos anunciarán la llegada de un siglo devastador con dos guerras mundiales que asolarán Europa.


F. Cienfuegos

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